miércoles, 3 de junio de 2015

EL DIARIO DE FER TEM 2 CAPITULO 22





2 TEMPORADA
CAPITULO 22
“COWBOY”

No podía negarle la oportunidad a paula de ser feliz, así fuera con el amor de mi vida, primero estaba nuestra amistad. Seguíamos tomados de la mano, su mirada reflejaba un brillo extraño que me aseguraba que sus intenciones con Raúl eran las mejores, lo dejaría en buenas manos.
Las palabras luchaban para salir de mi boca, temblorosa; claro, porque no querría que los dos estuvieran juntos, si yo sé que era una linda persona y quien mejor que tú para estar con él, dije finalmente. Ella me dio las gracias  con un abrazo.
Me levante y antes de irme le acaricie el cabello diciendo; que sean muy… muy… felices.
La noticia me había impactado, no podía concentrarme en mas, mi mente estaba ida, pensativa, un sentimiento de desilusión me invadía, decidí irme temprano a casa sin despedirme de nadie. Esa tarde, echado sobre mi cama mientras unas cuantas lágrimas rodaban por mi mejilla al escuchar aquella canción de fondo que sonaba en mi celular.
Una de las frases que me hizo quebrantar decía que a la persona que amas no se le puede mentir, por más que trates de fingir. Que nos mentimos ocultando nuestros sentimientos tratando de olvidar, de no extrañar.
Me quede dormido y al despertar el sol ya se había ocultado, la noche me parecía aún más triste y sola, no quería quedarme en casa, pero tampoco quería llamar a alguien y fingir estar bien, decidí meterme a bañar y salir a dar una vuelta por el centro solo, necesitaba distraerme.


Mientras salía de uno de esos negocios de comida rápida con un refresco en la mano, me acorde de aquel lugar donde hace una semana había ido con leo, decidí ir un rato para distraerme, pare un taxi y me puse en marcha. 



Entre nervioso, era la primera vez que venía solo a un lugar como este, pasando la puerta la luz era tenue, entre azul, en medio se levantaba una pista donde los chicos bailaban, con la cabeza agachada me fui recorriendo hasta uno de los asientos casi aun lado de la barra, llego un mesero, muy lindo, sin camisa y con pantalones de mezclilla desgarrados de las piernas, tomo mi pedido y regreso más tarde con una copa de tequila.


La música era buena, pero no me apetecía buscar con quien bailar, habían muchos chicos guapos pero ninguno que me interesara, de pronto el animador anuncio el show de la noche, entonces las luces de la pista se encendieron y por la entrada humeante subieron cuatro cowboys, bailando al ritmo de una canción el inglés que no conocía, eran altos, musculosos, llevaban pantalones vaqueros, cinturón ajustado debajo de la cadera, sombrero y un antifaz negro.



Después de unos minutos, se bajaron para interactuar con el público, uno de ellos se acercó a mí, su aroma, sus pectorales, su abdomen… parecía que ya lo había visto de algún otro lado, no tome demasiada importancia, el alcohol en mi sangre no me lo permitía.
Parecía que aquel cowboy se había ensañado conmigo, me levanto para que pudiera bailarme, pero fue al revés, sorprendiéndolo, coloque mis manos en su cintura y comencé a bailar, a bajar lentamente hasta quedar a la altura de su entrepierna, parece que los tragos ya habían hecho efecto en mí. Coloque mis manos nuevamente sobre su cuerpo, ahora sobre su abdomen, recorriéndolo mientras subía.


Sonrió, se me hizo extraño, me tomo del brazo y me sentó de nuevo en mi silla, se acercó a mí, comenzó a desabrocharse el pantalón mientras bailaba,  tomo mis manos y las paso nueva mente, desde su pecho, terminando sobre un bulto firme en su cremallera.



El animador los llamo de nuevo a la pista para su número de despedida, ese stripper me había dejado verdaderamente caliente, los chicos comenzaron a quitarse las botas, seguido por el cinturón, se desabrocharon los vaqueros y dejaron ver un rato sus blancos boxers, para después quedar solo con ellos, semidesnudos, antes de acabar su show, todos ellos se quitaron los antifaces, mientras apagaban las luces rápidamente y se metían.
Yo en mi asiento, totalmente pálido, la borrachera se me había bajado de la impresión al ver que el chico que me había bailado era nada más y nada menos que mi profesor de deportes, Jonathan.


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